Desde el siglo XVII, momento de la implantación en los Llanos del río Apure de las misiones Capuchinas y Jesuitas y hasta bien entrado el siglo XX, como consecuencia de distintas oleadas colonizadoras, los pumé se han visto obligados variar su territorio y su patrón de asentamiento y subsistencia. Uno de los debates que ha dividió a los etnólogos e etnohistoriadores que han trabajado sobre este grupo, desde 1930 hasta 1980, ha sido el de discernir si la horticultura incipiente (horticultura de roza, poco productiva, que cubre sólo mínimamente las necesidades de subsistencia) practicada hoy por los pumé permite hablar de un grupo de cazadores recolectores que ha evolucionado o adquirido posteriomente la horticultura o un grupo de horticultores que ha sufrido una regresión. Tanto en un caso como en otro, todos los autores coinciden en señalar que la horticultura tal como es practica hoy día por los Pumé da cuenta de un "proceso regresivo". Se trata de una hipótesis suscrita por autores como Alfred Métraux, Rowe o Claude Lévi-Strauss según la cual, en la zona de la Amozonia y del Orinoco, el "primitivismo" de estos grupos de economía fluvial, obligados a vivir en un medio ecológico diferente al medio del que provienen, es el resultado de un "proceso de decadencia" más que una prueba de la antigüedad de las culturas
(2).
Los pumé se han visto obligados a variar su territorio. En este proceso no sólo su territorio de movilidad se ha reducido sino que han sido relegados a ocupar las tierras menos productivas. La dispersión territorial de los emplazamientos pumé por todo el estado Apure es otro de los resultados visibles del proceso colonizador que puede observarse hoy día.
En el siglo XVII, como consecuencia de la implantación de las misiones, los pumé se ve obligados a abandonar sus territorios ancestrales del sur del río Cinaruco hasta el río Meta y serán transferidos al estado Apure e incluso a zonas lejanas como la ciudad de Caracas para constituir pueblos de doctrina o pueblos de misión. Sus territorios son redistribuidos entre las poblaciones no-indígenas. La implantación masiva y laica en la zona data de la segunda mitad del siglo XVII. Comienza entonces para los pumé, nos dice el etnohistoriador venezolano Pedro Rivas, una vida marcada por los asesinatos, la explotación, la diáspora pero también la resistencia. Los misioneros señalan comportamientos de rebelión entre los indígenas. Estos comportamientos se concretan en el rechazo de la sedentarización: muchos de estos pumé huyen y se instalan en las zonas más inaccesibles de los ríos Capanaparo y Cinaruco.
Existe un rechazo también a abandonar la lengua y sus creencias religiosas. En un trabajo reciente sobre este grupo indígena, la antropóloga venezolana Daisy Barreto, reconoce en estos tres ámbitos (el tipo de asentamiento, la lengua y la religión) las estrategias de "resistencia-rechazo", como ella las denomina, desarrolladas hoy día por los pumé. Lo que más llama la atención es que la descripción de la ceremonia del Tôhé, que hoy constituye el centro de la vida social de este grupo, hecha por los misioneros en el siglo XVIII, en particular la descripción propuesta por el padre jesuita Agustín Vega en un documento datado aproximadamente en 1750, es la misma que podemos hacer hoy de esta ceremonia.
Durante el siglo XVIII la últimas misiones capuchinas se arruinan y los indios las abandonan. En la época que viene justo después de la Independencia (1813) la región de los Llanos se depuebla casi completamente. Pero a partir del siglo XIX y sobre todo a principios del XX colonos campesinos llegan masivamente a esta zona de los Llanos del Orinoco.
Dichos colonos llegan a ocupar zonas aisladas y protegidas como la de los ríos Cinaruco y Capanaparo. Era en esta región y en las riberas del río Meta donde la mayor parte de la población Pumé estaba concentrada a principios de siglo. Los enclaves pumé en los ríos Arauca y Cunaviche son más recientes, a partir de los años 1920, y como consecuencia de la implantación de grandes propiedades y la demanda de mano de obra. Los enclaves del río Riecito, donde actualmente se concentra el 37 por ciento de la población pumé de la zona se remontan a los años 1930. Fueron constituidos por los pumé desplazados a raíz de la instalación de granjas criollas en las orillas del Capanaparo. Una zona que hoy concentra el 26 por ciento de la población pumé pero que antes de la colonización que se operó en los años 30 estaba únicamente poblada por pumé, explican los mayores, y que concentraba la mayor parte de la población pumé de la zona.
Durante los años 1930 y 1940, reducidos a la esclavitud y sometidos a la violencia de los grupos criollos, los pumé toman consciencia de ser un pueblo cuya sobrevivencia está amenazada. Así lo exponía el etnólogo Vinzenzo Petrullo que realizó, en 1934, un estudio sobre los pumé de la desembocadura del Capanaparo: "Los yaruro otro nombre de los pumé- han sido reducidos a la zona de los ríos Capanaparo y Cinaruco. Muy raramente se atreven a vagar más allá de las riberas de estos dos ríos. Desde la época de las misiones, las tribus indígenas han sido víctimas de explotación e incluso esclavizados. Son fácil presa para quienquiera que pueda capturarlos. Los hacendados han tratado de esclavizar a los yaruro, pero el entretenimiento más generalizado ha sido el de raptar a sus mujeres. Grupos de bandidos y de revoltosos que asolan los Llanos, no simplifican el problema de los yaruro. Los cazadores de babas al encontrarse con un grupo de yaruros, pedirán a sus mujeres y si éstos se muestran reacios a cederlas, el precio puede ser la muerte. Me contaron los racionales, es decir los peones, y los yaruro, que un mes antes de mi llegada, unos 150 yaruros había sido cercados y muertos por jefes civiles locales. Los yaruro son un pueblo acosado y ellos saben que su exterminio es imminente"
(3).
Los pumé, concluye Petrullo, están convencidos de que encaran su extinción y de que su vida en este mundo ha cesado prácticamente. Piensa, prosigue el etnólogo norteamericano, que es inútil cualquier esfuerzo. Su único consuelo es Kuma, la divinidad creadora, y la tierra de Kuma
(4).
En los años 1940, Jeannine Fiasson, durante una estancia en los llanos del Capanaparo, constata la misma situación de violencia y la misma brutalidad hacia los yaruro por parte de los criollos. Los indígenas son considerados por los colonos criollos como algo nocivo, nos dice Fiassson, sufren muchos abusos y son asesinados sin que el gobierno haga nada para remediarlo. Como Petrullo, da cuenta de una cultura indígena que está a punto de desaparecer físicamente y que es perfectamente consciente de ello
(5).
La situación de explotación y de brutalidad de los colonos criollos hacia los indígenas no había variado hacia 1958, cuando tuvo lugar un acontecimiento que ha marcado la historia de los pumé que viven en la zona del río Riecito: la fundación del Centro de Atención Indígena de Riecito
(6) por el antropólogo Francisco Prada. Para controlar los abusos de los que eran objeto los indígenas, exponía Francisco Prada en un informe elaborado a petición del Ministerio de Justicia venezolano, es necesaria una intervención rápida, diseñar y aplicar un proyecto de "aculturación planificada". El punto central de este proyecto: la delimitación de una zona de 300.000 hectáreas que sería de propiedad y uso exclusivo de los indígenas. Un área que incluiría las mejores tierras y que permitiría poner a funcionar un proyecto de desarrollo agropecuario de la zona en el que participarían estos indígenas nómadas obligados a sedentarizarse por los imperativos de la colonización criolla. El pueblo de Riecito, aún hoy sede, aunque caída en la "decadencia", de la Dirección de Asistencia Indígena, y la pista de aterrizaje que atraviesa el pueblo son de esa época. La experiencia duró sólo dos años; pero en el recuerdo de los pumé ha quedado como un punto de referencia histórico y temporal: "esto pasó antes de que Prada viniera a fundar Riecito"; "esto fue después, cuando Prada ya se había ido".
Los adultos de Riecito recuerdan aún las injusticias y las violencias a las que estaban somentidos sin que nadie pudiera en nada remediar la situación: "En esa época -explica un adulto de Riecito- el gobierno no se interesaba por los indígenas.¿Dónde podíamos ira a denunciar lo que pasaba?". Estos mismos adultos se complacen en relatar la llegada de Prada, la época dorada de la construcción del pueblo. Una época en la que había trabajo, pues Riecito funcionaba como una cooperativa agropecuaria. Pumés de toda la zona iban durante la semana a trabajar a Riecito y el fin de semana eran conducidos de nuevo a sus casas, con un salario en el bolsillo y con los productos manufacturados (arroz, café, jabón, tabaco, ropa, linternas) que habían podido comprar en el economato que se había abierto en Riecito. Era la época en que empezó a funcionar una escuela para los niños. La época en que no había problemas de agua en el pueblo: se había instalado un molino que cumplía bien su función, no como sucede hoy, se queja la gente de Riecito. Un tiempo en el que había electricidad y en el que los enfermos, incluso los más graves, tenían curación. Si era necesario con una avioneta se les llevaba rápidamente al hospital de San Fernando de Apure, la capital de estado Apure. Una época en la que los pumé recibieron por primera vez del gobierno ganado en propiedad y una propiedad.Estas son las descripciones que hacen los pumé de los "tiempos de Prada". ¿Se trata de la descripción de una época pasada o de los deseos para un tiempo futuro? Las dos cosas al mismo tiempo. La representación pumé del tiempo, tal como será sugerida en las páginas que siguen, da consistencia a esta apreciación.
De los tiempos de la fundación de Riecito, aparte de la pista de aterrizaje que sirve sobre todo de pasto al ganado, propiedad hoy de la Dirección de Asuntos Indígena
(7), que vaga a su antojo por el pueblo; de las ruinas de las antiguas construcciones (de la escuela, del comedor, de los lavabos) y los restos oxidados de unos jeeps y de unas máquinas de trabajo, sólo queda en Riecito el recuerdo nostálgico de esa época. Prada fue acusado de agitador comunista. El ejército entró en Riecito para confiscar, según los informes, propaganda comunista, armamento y uniformes. En varios informes posteriores a la intervención del ejército en 1960 Prada se defiende de estas acusaciones. Se trata de un montaje presumiblemente organizado por los propietarios de ganado de la zona, la mayoría gente influyente del país, coinciden en señalar Prada y otros funcionarios de la Dirección de Asuntos Indígenas, a los que molestaba una presencia oficial en la zona que pudiera denunciar el contrabando de ganado que se estaba realizando en la frontera colombo-venezolana. Prada no regresó nunca más, otros funcionarios pasaron por Riecito, otras cosas sucediron en el pueblo, pero lo que más se mantiene en la memoria de la gente es el relato de la fundación del pueblo por Francisco Prada.
"Cuando el centro (Núcleo de Asistencia Indígena de Riecito) pasó al Ministerio de Educación (después de la ida de Prada) todo se fue para atrás. Las casa se cayeron, el trabajo se acabó y la gente se fue Si Prada no se hubiera ido esto hubiera sido un pueblo grande". Este es el testimonio de un hombre adulto de Riecito, uno de los que se quedó viviendo en Riecito, y que reproduce una opinión generalizada entre los adultos de Riecito. Los testimonios que estos adultos hacen de la fundación de Riecito y de la época de Prada emulan el mito o la leyenda. Esta constatación es más clara cuando comparamos los informes presentados por Prada sobre las actividades de edificación y organización del Núcleo de Asistencia Indígena de Riecito y los relatos que de estos mismos hechos hacen los pumé.
No sólo la estructura de los relatos remite a la estructura de los mitos y del ritual sino que las circunstancias en las que Prada actúa y la forma en que actúa recuerdan las de los Grandes Creadores (Oté). Por un lado en las distintas situaciones que relatan la llegada de Prada encontramos el mismo esquema ternario que en los mitos o en el desarrollo de la ceremonia del Tôhé. Antes de manifestarse por la boca del "mejor cantador", para reproducir la expresión pumé que podríamos traducir por el término "chamán" los Oté envían a los Tió (seres míticos secundarios o intermediarios) que anuncian a través del canto (la idea es que estos seres invisibles dictan a los "cantadores" las palabras del canto) su llegada imminente. En los relatos de la llegada de Prada siempre hay también un mensajero que anuncia que va a llegar o cuando Prada ya conoce a alguno de los pumé, manda a alguno de ellos para avisar a los otras comunidades pumé de su llegada immediata. Por otro lado, Prada, como los grandes creadores, trae nuevos productos a los pumés, el arroz, la harina, el café, la ropa, el ganado, la electricidad y en cada uno de los episodios que narran su llegada una frase es puesta invariablemente en la boca de Prada "y todo esto que traigo es para los pumé"; "este ganado es para vosotros".
Es como si las palabras que durante un Tôhé pronunció Kuma, uno de los personajes centrales del panteón Pumé, la madre creadora, que el etnólogo Vincenzo Petrullo había transcrito en 1934 se cumplieran:
"Kuma habla a sus hijos, a los hijos de la tierra: Quiero hablaros -dice ella-. Hace mucho tiempo vosotros erais muchos, ahora no es así. Así es como ella nos habla: Vivid bien con la palabra que yo os doy, vivid.
Kuma viene de lejos, de un lugar en el que hay mucha agua. Ella es nuestra madre. Viene desde su casa que se encuentra allá donde el sol se levanta.
Estoy llorando -dice Kuma- los hijos de la tierra no tienen nada. Pero tendrán dinero y caballos para montar. Voy a hacer ésto por ellos. Voy a crear rápidamente () vacas para mis hijos, caballos para mis hijos, comida para mis hijos, zapatos para mis hijos. Mis hijos son buenos y numerosos. Los voy a ayudar. Entonces serán ricos. Voy a crear rápidamente todo esto, mucho dinero rápidamente, sombreros, vacas rápidamente, caballos rápidamente"
(8).
Me ha parecido interesante transcribir este testimonio porque permite introducir la idea central que voy a dessarrollar en el resto del trabajo: es en las palabras del Tôhé en donde la consciencia histórica de los pumé está más presente al mismo tiempo que su consciencia de la situación presente y sus esperanzas de futuro. La concepción de la temporalidad es interesante. En este mundo de la immanencia, en el que todo participa de todo (las teorías de la ancestralidad dan cuenta de ello) el pasado, el presente y el futuro de dan en la continuidad, especialmente en el contexto ritual.
Pero volvamos por un momento a la situación de los pumé dentro del contexto socio-político y económico de los Llanos de Apure. Hoy día la experiencia de la fundación de Riecito está sólo en la memoria. De la zona de 300.000 hectáreas propiedad de los indígenas no se ha hablado nunca más. Los propietarios criollos se han asentado en la zona. Una parte de los Pumé de hoy no han tenido otra opción que sedentarizarse o en el mejor de los casos han continuado su nomadismo estacional pero han visto reducido su territorio de movilidad. Las consecuencias de esta sedentarización, o semi-sedentarización forzada, han sido devastadoras para la substencia del grupo: los territorios de caza, pesca y recolección se reducen y los recursos se agotan. A la escasez de alimentos y a la consecuente denutrición de la población hay que añadir las epidemias y las pésimas condiciones sanitarias, así como el aislamiento que hacen hoy día difícil al supervivencia de este grupo indígena. Hoy día los pumé esperan y sobreviven con las ayudas del gobierno y con las donaciones de otras instituciones.
La historia del contacto desde el punto de vista pumé: mito y ritual
¿Cómo es percibida o referida por los pumé esta historia del contacto? ¿qué tipo de memoria se guarda de ella? ¿cómo se transmite esta memoria? ¿qué figuras o imágenes la caracterizan? El objetivo de este artículo es ofrecer respuesta a estas preguntas. Algunas de ellas ya han empezado a evocarse. Se trata de presentar todos aquellos elementos que constituyen la memoria histórica de este o grupo o, en otras palabras, que dan cuenta de sus experiencias de la historia. Memoria histórica, experiencia de la historia son expresiones que utilizo conscientemente al menos por dos razones.En primer lugar, para dar cuenta del hecho que no doy nada por sentado, de que si bien hay una historia conocida de los pumé dentro de la historia de Venezuela, la que nos descubren los textos de los historiadores y etnohistoriadores, lo que aquí pretendo es descubrir cómo esta historia ha sido experimentada y relatada por otros de sus protagonistas, los pumé-yaruro.
La segunda razón que me ha llevado a utilizar expresiones como memoria histórica o experiencia de la historia para el caso pumé, es para recuperar un antiguo debate antropológico e insistir, una vez más, en su inconsistencia. Las sociedades amerindias han sido pensadas por la antropología durante años como uno de los más claros ejemplos de pensamiento taxonómico, estático, ajeno a la historia y a la idea de temporalidad. El mito, el instrumento primordial de la memoria en América, puede durante largo tiempo mantener intacta su estructura, planteaba Lévi-Strauss. Debido a la impermeabilidad y a la solidez del armazón mítico, el enfoque estructural se interesó por el estudio del mito como principio organizador de la cultura. Lo que reforzó esta idea de las sociedades indígenas como impermeables a la historia. Lévi-Strauss en Tristes Trópicos describe ofuscado el destino tràgico de estas culturas indígenas que se han visto "corrompidas" por el contacto con la civilización occidental
(9). Como le hubiese gustado, escribe Lévi-Strauss, haber vivido en el tiempo de los "verdaderos"viajes, en el siglo XVI o incluso en el siglo XVIII: "cada lustro hacia atrás me permite salvar una costumbre, ganar una fiesta, compartir una creencia"; y escribe más adelante, "dentro de unos años un viajero tan desesperado como yo se lamentará por la desaparición que algo que yo no habré visto y que me ha pasado inadvertido"
(10). Los mitos eran los únicos que habían permanecido intactos.
El relato mítico: la referencia al pasado, la explicación del presente
Cómo las culturas perviven en sus mitos, esto es lo que más interesaba a Lévi-Strauss. La otra cuestión, la que muchos antropólogos se plantean actualmente, es cómo estas culturas han integrado e interpretado los cambios históricos que ha introducido el contacto con los grupos colonizadores no-indígenas. La respuesta a esta cuestión no es evidente. Estudios como el de Anne-Christine Tylor entre los Shuar o de Carlo Severi entre los Cuna, constatan en el contexto amerindio, la inexistencia de relatos o incluso de mitos con carácter eminentemente histórico. Esta constatación puede hacerse extensible a los pumé. Si bien el mito del diluvio, de la destrucción por el agua o por el fuego, parece evocar la ruptura violenta y dolorosa con el antiguo orden y el incio de una nueva etapa, emulando el proceso del contacto. Sin embargo no se trata de una referencia histórica directa al proceso de colonización conducido por los grupos no-indígenas. Las únicas referencias a la historia de este proceso de contacto lo constituyen toda esta serie de mitos, muy expandidos por toda la Amazonia, nos propone Tylor
(11) que relatan un episodio en el que una falta de coraje o una mala decisión tiene como resultado el sumir a los indígenas en la situación poco favorable en que viven en la actualidad. Veamos algunos ejemplos de este tipo relatos que explican, incluso justifican, la situación actual de los pumé.
"El que creó a los Pumé les dijo que se montaran sobre el caballo para que nosostros fueramos Nivé (Criollos). Pero el ancestro de los Pumé tenía miedo del caballo. Se diría que tienen espinas. El caballo tenía espinas en su lomo. Entonces nuestros ancestros no se montaron. Tuvieron miedo porque el caballo tenía espinas en el lomo. (Si hubiesen montado) vosotros seríais Pumé y nosotros Nivé. Sí, seriamos Nivé"
Así lo relataba Ramona, la "vieja Ramona", como la llamaban todos en el pueblo pues era la mujer de más edad. En el relato de César, un hombre adulto, uno de los chamanes pumé más respetados, el ratón blanco, el ancestro de los pumé y por el ratón negro, el ancestro de los nivé eran los protagonistas
"El ratón blanco le dijo que se montara. Así le dijo:
Ratón negro: No voy a poder montar. Mi pumethó (esencia vital) no se atreve. El caballo tiene espinas en el lomo. Me puedo hacer daño en las piernas. Da miedo. Me da miedo.
Ratón blanco: No eres un hombre. Yo soy un hombre. Voy a montar. Voy a dominarlo. Y ¿Tú? ¡Móntate!
Ratón negro: Ahora voy a montar. Voy a ganar. Yo el Nivé negro voy a ganar a los Pumé. El ratón blanco morirá. Yo voy a ganar mucho dinero.
Ratón blanco: Vas a perder. Voy a ganar porque soy un hombre. Ustedes van a perder.
Ratón negro: Bueno, voy a montar.
Ratón blanco: Yo no voy a montarme. El caballo tiene espinas en el lomo.Tengo miedo.
Entonces el ratón negro saltó sobre el caballo y el caballo no lo hizo caer porque estaba firmemente agarrado con la pierna al caballo
Ratón negro: Te estoy ganando ratón blanco. Has perdido. Tu serás un Pumé y yo seré un Nivé.
Nuestro ancestro no se montó. Y los Pumé quedaron como están hoy. Nos quedamos sin nada Así me contaba ni madre"
Los ancestros de los pumé no fueron valientes y lo perdieron todo. En otro tipo de relatos la pobreza actual es explicada a partir de una mala decisión. También en el principio de los tiempos estaba el árbol que cargaba todos los frutos. Así le explicaban sus padres respectivos, relatan César y Francisco Viejo:
"Mira este mango -le decía a César su padre-. Antes crecía en el hurahurathó (el arbol de la comida). Había muchos mangos en el hurahurathó. Daba buenos mangos. También estaba cargado de cambures. Era un árbol muy grande. Era un buen árol. Daba de todo: fruta, yuca, patilla, auyama, cambures Daba todo lo que se puede comer el hurahurathó. Era un buen árbol. Era muy bonito.
Pero lo tumbaron y fue a caer lejos. Un pajarito, mini (lat. Psittacidae), un loro lo tumbó. Otro pájaro, yaba (lat. Amazona spp.), el periquito y otros dos pájaros, el tondé (lat. Picidae), el que tiene el pico en forma de hacha, y el kiriri (lat. Nyctibius aetheriu), el que tiene la cabeza pintadita, lo ayudaron a tumbarlo El árbol cayó por aquí pero todos los frutos cayeron allá lejos (en las tierras de los Nivé) (). Ahora -retoma Francisco Viejo- tenemos que sembrar. Nos pasamos la vida sembrando. Los que viven lejos (allá donde el árbol cayó) se quedaron con todas las semillas. Las sembraron y se ocuparon de hacerlas producir"
Esto explica que los pumé sean tan pobres y que tengan que ir a buscar las semillas donde los nive (no-indígenas). Pero no sólo esto, si los pumé de hoy viven en la miseria, si cada vez hay más escasez de comida, si la sabana es cada vez menos productiva, es porque los Oté (seres míticos) ya no ayudan a los pumé. Los Oté de antes, los creadores, los que en el pasado crearon, trayendo de sus tierras míticas, todo lo necesario para que los pumé pudieran vivir sobre esta tierrra se fueron un día y ya no se manifestaron nunca más durante la ceremonia del Tôhé. Y esto porque, explica un hombre adulto de Riecito, ni las mujeres ni los jóvenes toman en serio el Tôhé ni siguen las prescripciones rituales. Entonces los "músicos" no cantan bien, y "no cantar bien", significa en este contexto indígena, no mediar como es preciso entre los hombres y los seres míticos, no favorecer su comunicación. Las consecuencias: la tierra deja de producir.
Esta explicación además de dar cuenta de las relaciones de poder entre los géneros y entre los grupos de edad, presenta el ritual como medio privilegiado de comunicación entre los hombres y los seres míticos, entre el pasado mítico y el presente, esencial para la construcción de la praxis social en esta cultura indígena. Los limites de la sociedad se ensanchan para integrar la dimensión mítica. En este contexto, así como la historia de vida de cada individuo se complementa entre las dos dimensiones, la de los hombres o de vigilia y la de los seres míticos o la del sueño (cada individuo tiene un relato de vida que incluye la del largo sueño individual), la historia de la cultura se construye en estas dos dimensiones. De ahí la importancia del canto ritual, en particular de la ceremonia del Tôhé, así como del sueño y de la enfermedad. Todas ellas acciones que implican el viaje del pumethó (esencia vital) a las tierras míticas y que permiten la comunicación entre la dos dimensiones, la humana y la cosmológica.
La memoria ritual: pasado, presente y futuro en la continuidad.
Lévi-Strauss había sugerido, que el rito es el testimonio del mito. Pero aquí nos encontramos con algo más. En el contexto actual de los estudios ameríndios se ha introducido un nuevo concepto: la "memoria ritual". Carlo Severi, a partir del análisis de un ritual chamánico entre los cuna de Panamá, nos propone esta nueva figura antropológica: la "memoria ritual". La memoria ritual interpreta la experiencia individual y la constituye como memoria del grupo y de esta manera retiene aquellos aspectos que el mito no integra. El simbolismo ritual, expone Severi, a diferencia del pensamiento mítico, elabora e integra las imágenes del cambio. Dentro de la cultura pumé estas ideas se presentan de forma muy gráfica.
No sólo los antiguos creadores se han retirado hacia la periferia de la geografía cosmológia, en lugares alejados, por lo que, a pesar de no haber desaparecido, mantienen cada vez menos contactos con los hombres, en el sentido que no se manifiestan durante el ritual; sino que otros seres míticos nuevos, mejor adaptados a los nuevos tiempos, hacen su aparición y se manifiestan durante el Tôhé. Los relatos del canto que me dieron algunos de mis interlocutores, referían enfrentamientos entre los antiguos creadores que querían mantener un estado de cosas y los nuevos que veían la necesidad de cambiar las cosas y acababan desplazándolos. Estas imágenes sugieren la interiorización por parte de los pumé de la necesidad de cambiar para subsistir.
Al mismo tiempo que están en constante interacción y que presentan características similares (la geografía mítica no tiene fronteras precisas y los seres que habitan en ellas son numerosos, hasta el punto que cada nuevo "viaje" del pumethó por estas tierras puede aportar nuevos descubrimientos) la dimensión mítica es la versión ideal de la tierra de los hombres. Allá los pumé poseen todas las riquezas imaginables, la comida nunca falta en realidad aparece sola sin que tenga que fabricarse, los platos y los vasos nunca se vacían por mucho que uno como, los pumé van muy bien vestidos, allá tienen los dientes de oro y la piel blanca, la enfermedad y el dolor no existe, las casas son preciosas y grandes, como en las ciudades de los nivé (no-pumé); hay letreros luminoso por todas partes, los automóviles funcionan solos sin gasolina, hay avionetas, aviones y todo lo que pueda imaginarse Estas son algunas de la imágenes que se utilizan para describir este mundo mítico. Lo que sorprende son todas estas referencias a la modernidad, a los símbolos del mundo criollo que se utilizan para caracterizar el mundo mítico pumé. ¿Qué significan la integración de estas imágenes en el ámbito cosmológico? Con todas estas referencias a la modernidad que integra en mundo mítico, y que están presentes en los relatos de sueños, de la enfermedad o en el canto, los Pumé, establecen un diálogo con el mundo criollo que los ha marginado y pero sobretodo expresan la consciencia de su marginación. Cuanto más que la consciencia de la marginación y de la impotencia frente a la realidad, se refuerza mayor es la presencia de estas imágenes de la modernidad nivé en el mundo mítico pumé.
Los pumé integran los sómbolos de la modernidad a su universo mítico. Pero ¿por qué no limitarse a ver estas imágenes que integran el mundo mítico como la construcción de una utopia, aquello a lo que querrían llegar a ser, nivé? ¿qué relación tiene estas imágenes con su experiencia de la historia? ¿qué elemento de esta cultura nos permiten afirmar que estas imágenes representan una utopia pero también una consciencia del pasado y del presente? Para dar algunas repuestas a estas preguntas remetiremos a un análisis de las representaciones pumé del olvido y de la memoria.
La memoria y el olvido: experiencias de la historia entre los pumé.
En la primera parte de un artículo en el que analiza la experiencia de la historia entre los Achuar de la Amazonia peruana y ecuatoriana, Anne-Christine Tylor parte de dos ideas que me gustaría recuperar para analizar la experiencia histórica en el caso de los pumé. La primera, es que la historia en tanto conjunto de prácticas y de discursos es inseparable del olvido. La segunda, muy relacionada con la primera, es que la memoria histórica es selectiva. Por eso es interesante preguntarse: ¿qué es lo que se olvida? ¿cómo se olvida?, en otras palabras, ¿cúal es el conjunto de prácticas y de representaciones que se somenten al olvido?
El olvido de los hombres, la memoria de los dioses.
No hay dentro del vocabulario pumé ninguna palabra que pueda traducirse por olvido. El concepto de olvidar existe sólo como la negación de recordar, es decir como no recordar, horentade (horenta significa recordar y -de es una particula que indica negación). Y la traducción precisa de horenta sería "estar en su casa" (ho: "casa", -re (-rëpe) sufijo que se aglutina para significar "en" o "hacia" y -ta : sufijo que se añade a un nombre para significar un estado). "Que vuelva o que esté en su casa". Ésto es lo que se espera del pumethó (esencia vital) al final del Tôhé, en otras palabras que la esencia vital esté normalmente en su ikhará (cuerpo). En realidad todo "viaje del pumethó por las tierras míticas durante el sueño, la enfermedad o el canto evoca la muerte. La que se produciría si el pumethó se quedara para siempre en la dimensión mítica y no regresara. Horentadé (no recordar) es una experiencia ligada a la muerte
(12). Horenta (recordar) es sinónimo de vivir. Aunque, como aparece claramente en el contexto del Tôhé, es necesario olvidar para recordar, o lo que es lo mismo olvidar para vivir
(13). ¿Pero qué es lo que se recuerda? Sobre todo, como sugieren las palabras de un chamán que transcribo seguidamente, la comunicación entre los hombres y el mundo mítico. Esta constatación permite incidir de nuevo en la interrelación entre la dimensión humana y la dimensión cosmlógica. Una interacción esencial para la construcción de la praxis social y que conforma lo que podemos denominar la consciencia histórica o la experiencia de la historia.
"Nosotros cantamos muy lejos -explica un "cantador" después de la ceremonia el Tôhé-. Desde aquí no podemos ver esta tierra desde donde cantamos. De esta tierra, que se encuentra allá donde se pone el sol, no podemos volver rápidamente. (Cuando está allá durante el Tôhé) nuestro pumethó no se acuerda (horentade) de volver aquí. (En ese momento) no nos acordamos (horentade) de nuestro cuerpo (ikhará), de que el pumethó (esencia vital) no puede estar fuera de él. Nos arriesgamos a quedarnos allá para siempre cuando (el pumethó) deja esta tierra. Allá sentimos que vamos a quedarnos allá para siempre. Volvemos a esta tierra sin recordar (horentade). Así nos dicen. Cantamos en esta tierra sin pensar (kenande). Es lo mismo que los Nivé (Criollos) hacen aquí (viajan de un sitio a otro y si les gusta se quedan). Así vivimos nosotros. Cantamos allá, donde están los Oté que viven como nosotros, allá donde todo es bonito, donde siempre es de día (). Si el canto se perturba podemos quedarnos allá. El pumethó se queda allá. Aquí sólo que quedará el ikhará (cuerpo físico) El ikhará sin el pumethó ya no sirve. No servirá para nada nunca más y entonces lo tiramos. El pumethó se queda allá donde se ocupan de él. Le gusta estar allá porque se ocupan de él. Nos vamos y dejamos todo en esta tierra, todo, nuestros hijos Los pobres se quedan solos, solos en esta tierra. Sólo les dejamos el recuerdo (duri: "huella") de lo que cantábamos. Sólo dejamos las palabra del canto.
- ¡Pobre, se ha ido! Pensarán (kena) nuestros hijos
- Aquí, cantaba, comentará todo el mundo.
Sólo dejamos el recuerdo del canto, maeduri (mae: "palabra"; duri: "huella"). Se canta mientras se vive Cantamos para vivir. Vivimos cantando para poder mirar nuestra tierra. Es todo lo que hacemos"
Cuando el pumethó se queda para siempre en las tierras míticas la persona muere, el único recuerdo que deja es el de la palabra del canto, las "huellas de la palabra". La imagen es muy significativa en este grupo de cazadores y recolectores. Por la sabana siguen las huellas de los animales que les aseguran su subsistencia física, para vivir en lo cultural siguen las huellas del canto. Los Oté (seres míticos) comunican con los hombres a través de la figura de los "cantadores" (es la letra del canto) pero también durante los viajes que los pumethó de cada individuo, durante el sueño, el canto o la enfermedad, realiza a estas tierras míticas (es el relato del sueño o de la experiencia de la enfermedad o el relato que hacen los "cantadores" al día sigüiente del Tôhé).
A partir de los distintos datos presentados la afirmación de que una cultura recuerda únicamente aquello que le permite subsistir como cultural adquiere aquí todo el sentido. En este caso la experiencia de las relaciones entre los hombres y los seres míticos de las que da cuenta la experiencia individual del sueño. Este rechazo a memorizar un pasado colectivo no implica una repudiación del pasado. Al contrario, la negación del pasado como pasado colectivo es lo que permite la construcción del pasado en términos de pasado individual y las historias de los diferentes individuos són el motor de la historia en esta cultura. Una historia en la que se reconocen todos los pumé. Lo que se recuerda es la alteridad, la relación con esos otros que son pumé pero que también se parecen a los nivé. No es un azar que se les denomine Oté nivé. Son ellos los que han determinado el pasado de los pumé, su presente y su futuro, los Oté como los nivé. En otras palabras, los pumé retienen de la historia la transformación de las cosas y no los acontecimientos.
La enfermedad, la vida y la memoria: la experiencia dolorosa de la historia.
La experiencia cultural de la historia está presente también en la manera en como se recuerda o apartir de qué proceso se construye la memoria. En el caso de los Pumé a través del viaje del pumethó que tiene lugar durante el canto, el sueño o la enfermedad. Autores como Anne Chritine Tylor han planteado la ideas de que esta referencia a la enfermedad, pensada al mismo tiempo como algo doloroso pero también como algo que permite acceder al conocimiento profundo de los acontecimientos, del pasado, del presente y del futuro, puede ser analizada como una manera de conceptualizar la cultura como un proceso de temporalidad dolorosa. La enfermedad, se nos propone, significa una interiorización de las alteraciones que han tenido lugar en la vida social. "La experiencia de la enfermedad -expone Tylor- suscita un discurso sobre la història de las relaciones interétnicas"
(14). El pasado en tanto que proceso es constantemente contemporaneizado. Evidentemente hay un antes y un después, de la misma manera que hay un antes y un después de la enfermedad, del sueño o del ritual, pero estos estados se mantienen indefinidos como las consecuencias del contacto.
En este sentido, me atrevería a formular la hipótesis que si en un momento dado las relaciones con la sociedad venezolana, la integración socio-política y económica de los pumé dentro de la globalidad venezolana, toman otro rumbo las imágenes de los sueños, los relatos de la enfermedad o las palabras del canto también cambiarán. Si, como he podido observar, comparando lo relatado por las distintas etnografias desde los años 1930 hasta nuestros días, cuanto más fuerte la consciencia de marginación entre los pumé más los símbolos del mundo criollo forman parte y caracterizan el mundo mítico, puedo afirmar que cuanto menos marginados y más seguros de su supervievencia física y como grupo estén los pumé menos estarán presentes estas imágenes en su universo cosmológico o lo estarán de otra manera.
Notas
1. La problemática de este artículo fue evocada en un articulo precedente (Cf. Orobitg, 1997). Quiero agradecer al profesor Miquel Izard del Departamento de Antropología Social, Historia de América y África, cuyos comentarios, en distintas ocasiones, me han llevado a reflexionar sobre el tema de la memoria y de la historia indígena y por el interés que desde el principio ha mostrado por mi trabajo. También quiero agradecer a Pilar García Jordán del Departameto, profesora del mismo departamento, por las apreciaciones sobre el presente texto cuyos puntos generales constituyeron mi intervención en uno de sus cursos. Y, una vez más, quiero expresar mi agradecimiento a los Pumé del pueblo de Riecito que durante tres años me acogieron pacientemente.
2. Salas Jiménez, 1971: 422
3. Petrullo, 1969: 41
4. Petrullo, 1969: 108
5. Henry Le Besnerais y Philipe Mitrani, antropólogos que realizaron su investigación de campo entre los pumé, a finales de los años 40 y 70 respectivamente, insistirán sobre todo en la desaparición cultural de este grupo más que en su desaparición física.
6. Se le dio este nombre por su emplazamiento geográfico a orillas del río Riecito.
7. La Dirección de Asuntos Indígenas /DAI) depende actualmente del Ministerio de Educación Nacional. Y esto desde principios de los años 1960. En el momento de su creación a finales de los 50 era un departamento dependiente del Ministerio de Justicia.
8. Petrullo, 1969: 152-153. Traducción personal de un texto transcrito por Petrullo en lengua pumé.
9. Lévi-Strauss, 1955: 44
10. Lévi-Strauss, 1955: 45
11. Tylor, 1997:85
12. La muerte es la maximización del olvido. El pumethó (esencia vital) del difunto deja el cuerpo físico para permanecer indefinidamente en las tierras míticas. Primero en las tierras de la creadora Kuma donde es transformado y se convierte en otro. Y pasa a vivir a la tierra de los muertes. Los seres que habitan estas tierras son denominados Hapó. Los Hapó viven en esta tierra-sin-mal. La que ansian los Pumé (Cf. Orobitg, 1998)
13. En efecto, el "músico" que dirige la ceremonia del Tôhé, cuyo pumethó (esencia vital) habrá abandonado el cuerpo físico para favorecer la manifestación a través de él de los seres míticos cuyas palabras son las que reciben a través del canto los participantes en la ceremonia; al día sigüiente no recordará lo sucedido en el Tôhé, su único recuerdo será el del "viaje" de su pumethó a las tierras míticas.
14. Tylor, 1997: 87
Referencias bibliográficas
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© Copyright: Gemma Orobitg Canal, 1999
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